Anoche emergí de su vientre. Mi mente se hizo dueña del cuerpo que había equivocado. Volví a cantar aquella melodía que me prometía un sol brillante, y delineé una vez más la sonrisa matutina que avivaba mis ganas. Me permití sentirme liviana y flotar a la par del polvo estelar que días antes alumbraba mi tristeza. Y volví a ser esa parte de mí que se dibujaba radiante, embriagada de ilusiones infantiles y cuentos de hadas. Hoy mi tiempo reposa en un suave péndulo que mece mis sueños extravagantes, que atiende mis dudas triviales y se regocija con añoranzas pueriles. Esta mañana no encuentro tus obstáculos que me impedían colisionarme de manera torpe, o saltar las líneas del pavimento y evitar pasar debajo de una escalera. No tengo que buscar excusas para convulsionarme en furia y esperarme tan sólo unos instantes para decirle a quien amo que se fugue conmigo. Ya no estás. Y la posibilidad de probar/ver/…/vivir cualquier cosa que mi corazón impertinente desee expe