Hace unas horas que he despertado y mi primer instinto es llamarte. Lo pienso dos veces o tal vez más. ¡No quiero que me rechaces! Cuando lo pienso mucho termino por no hacerlo para terminar hundida en cualquier actividad banal, pero cuando sigo mi primer impulso ¡qué va! ¡A veces resultan momentos grandiosos! Al fin me he decidido. Salimos por unos momentos para pretender que nada ha pasado y revivir aquellos instantes furtivos que nos han tendido una mañosa treta. Pretendo alcanzarlos. Tomo tu mano, nos miramos fijamente y al fin somos nuevamente aquellos cíclopes enamorados que enuncia Cortázar. “Y si nos mordemos el dolor es dulce…” Ahora tan sólo es dolor, y la complicidad se difumina para erigirse como una poderosa muralla, la valla de las viejas rencillas, los sueños frustrados, los intentos fallidos, las mentiras, los celos, el vacío… te desvaneces. De repente me hallo sola, más sola que nunca antes. Camino en contraflujo y parezco ser un fantasma entre la niebla. Las voces