Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2010

Fragmentos de vida

Eran más o menos las diez de la noche y yo venía llegando de un evento del trabajo. Fue una pasarela de modas acompañada de un coctel coqueto y relajado. Poco antes de llegar a mi casa sentí muchas ganas de pensar y pensar, en silencio y en voz alta.  Cuando llegué a mi casa tomé un poco de dinero y un abrigo para cubrirme de este frío otoñal que precede al invierno. Caminé un poco contra el viento golpeando mis mejillas en busca de un café y un cigarrillo. No tenía razón alguna para salir de mi casa y, de hecho, es extraño que lo haga así nada más porque sí pero esta vez sentí ese impulso, un poco tonto quizá, pero mío al fin y al cabo. A esas horas el parque se había despejado por completo y estaba completamente solo, así que busqué una banca que estuviera libre de desechos verdes de paloma y, cuando la encontré, me instalé en ella, sentada y cruzando mis piernas cual niña de primaria. Ahí sentada, cobijada por la noche y el frío, me sentí muy libre de hacer y pensar

De aquello que sí vale

Hoy lo confirmé: en la vida me toparé con muchísimas personas. Siempre irán y vendrán. Siempre habrá alguien con quien hechar el cigarrito; alguien que invite la peda o que saque la fiesta; siempre habrá alguien con quien echar desmadre. Siempre habrá alguien que quiera estra en tu equipo de trabajo o algún compañero que te acompañe a comer.  Siempre habrá alguien que quiera ver la misma movie y que te acompañe al cine. Siempre habrá alguien con quien discutir de vanalidades, con quien compartir  tus gustos musicales, o con quien hablar de chicos o chicas agradables a la vista... Pero, de todas esas personas, pocas son las que estarán cuando estés de aburrido-aguafiestas -triste-reflexivo o depre. Pocos con los que podrás compartir lo sencillo y lo profundo de la vida. Pocos los que te entenderán cuando estés harto; pocos que simplemente escuchen sin pretender aconsejar, cuestionar o juzgar; pocos que no quieran o esperen algo a cambio. Pocos que estén contigo por

Encuentro

He vivido las 72 horas más surrealistas que alguna vez se me hayan podido antojar. Tuve mil sensaciones. De las más diversas y locas. Preocupación; tristeza, melancolía, culpa, felicidad, enamoramiento, agradecimiento, inspiración, soledad, plenitud y mil y una más que, al igual que Grenouille, sencillamente no se pueden describir porque, algunas veces, éste y todos los lenguajes nos resultan insuficientes para expresar ese no-sé-qué-que-qué-sé-yo. Me ocurrieron desde “discusiones” con el chofer del transporte escolar; bromas al jefe de mi área; tristeza profunda licuada con un poco de melancolía y reproche; un peculiar patriotismo resurgido con-tintes de-cambiar-el-mundo (y sino el mundo, al menos sí éste que yo habito: mi mundo); y una soledad tristísima que al poco rato me sentó de lo mejor. Siempre le he tenido un profundo miedo a estar sola. Me aterra la idea de aventurarme por cualquier paisaje urbano sin más que mi alma. A veces suelo acompañarme de mi voz, ese ti

Reproche

Cuando despertó, le bastó recordar -en milésimas de segundos- las circunstancias recientes para desdibujar la sonrisa matutina que le gusta vestir a diario. Sintió que era uno de esos días en los que las cosas no pueden salir peor. Grave error. La nubosidad de la mañana le hizo creer que nada de eso podía estarle pasando. ¿Por qué a ella? ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué? ¿Por qué? No hacía más que recorrer las posibles respuestas, hasta el más recóndito pasaje de los recuerdos, cualquier indicio que le diera un poco de calma. Nada.  Comenzó por alimentar la memoria, aquellos momentos en que, si no era la más dichosa, al menos reía más veces de las que lloraba. Se reprochaba el haber dejado ir aquellos instantes, el haberlos cambiado por algo incierto. Pero así era esto. Después de todo, de nada se arrepentía. Sabía que cada decisión la había tomado, como dicen por ahí, “con el corazón en la mano”. Tampoco le servía culpar al destino de su mal, pues siempre había pensado que cada

La costumbre de lo que llamábamos amor

Él va en su búsqueda día con día. La espera en la salida de su oficina, a eso de la seis de la tarde, para que puedan regresar finalmente a casa. Así ha sido los últimos veinticinco años. Apenas sus miradas se cruzaron y ya sabían lo que procedería. Aquél ritual amoroso que suelen hacer al saludarse: unen sus labios de manera intermitente, tal vez un abrazo y, enseguida, se toman de la mano. Comienzan a andar como quien conoce perfectamente su destino y, con paso atinado, ella intenta seguirle el ritmo. Pronto comienzan a intercambiar brevísimos relatos en los que resumen lo más importante de su día, tal vez alguna broma y un comentario furtivo. Suelen sentarse a comer juntos mientras miran el televisor sin cruzar palabra, pero a veces logran cruzar algunas miradas y coincidir a la hora de reír. Cuando queda un poco de energía comienzan a tejer caricias eróticas en la cama. Un par de besos y, recurriendo a otro ritual gastado, harán aquello que solían nombrar amor. A la mañana sig

Premio Nuevo Periodismo 2010

Andando por los pasajes virtuales me encontré con el post de una de mis ex-profesoras de periodismo (he de decir, la mejor que he tenido), acerca de una nota de El Universal sobre Alejandro Cossío, ganador del Premio Nuevo Periodismo en la categoría de fotografía. Y pues, ya que andaba por ahí, decidí entrar al sitio web de dicha premiación para ver el trabajo de los nominados. La verdad es que las fotos son impactantes, no sólo por el trabajo profesional y el buen manejo de las composiciones sino por la crudeza que reflejan, son imágenes sofocantes que revelan una alarmante realidad.  Este es el trabajo de fotógrafos que capturan imágenes, situaciones, emociones, instantes, experiencias de vida. Este es el trabajo de profesionales que gritan a través de un lenguaje visual afinado, el cual le sirve de valiosa herramienta para hacer un llamado: ¡esto es lo que está pasando! ¡date cuenta! Si a veces las palabras no nos bastan para reaccionar, tal vez estas imágenes, que hablan por sí

Un placer conocerte...

Eso no está bien. Debes andarte con cuidado. ¿Pero que no te has dado cuenta de que…? Seguramente ni siquiera sabes lo que quieres. No sabes lo que dices. ¿Qué pregunta es esa? ¡Qué cosas dices! …. Sé que no me entiendes, y que no deseas hacerlo. Sé que el diálogo más extenso entre nosotras es un cuestionario matutino bastante protocolario, tal vez un "Buenos días" Y un "Cómo amaneciste". Aunque no me agrade la idea, así han sido las cosas. Cada vez que te diriges a mí lo haces para escupir reproches, alertas, reprimendas o consejos pero, al final, lo único que escucho es un ¡tú no sabes, yo sí! A veces sólo callo, porque intentar decir algo cuando una multitud enardecida grita resulta ser un patético esfuerzo que deviene en una frustración mayor. Sobra decir que eres tú esa multitud que se abalanza contra mí, esa masa amorfa que se dirige hacia donde estoy para inmovilizarme. Siempre estás ahí para interrumpirme, para decirme: ¡detente, no sab

De pasiones y buenas pelis

En este Mundial he notado que multitud de aficionados, pintados de pies a cabeza, con tambores, con la playera y bandera bien puestas, y el pulmón a todo lo que da, asisten a los estadios para alentar a sus equipos con vehemencia y convicción totales.  Eso se manifiesta en dos síntomas principalmente: a) se desgarran la garganta al gritar ¡Goooool! cuando su equipo anota, o bien, b) lloran intensamente cuando es derrotado. Esto me recuerda mucho a la peli de Hooligans, en donde los conflictos entre aficionados ingleses son cosas de todos los días. Me parece que el común denominador es la pasión que sienten por ser miembros de algo, por pertenecer a un mismo deseo o simplemente por buscar pleito. No importa mucho el fin pero… La razón es la pasión, ¿no es así? En muchas pelis o telenovelas es común que mil hombres anden detrás de una mujer, y siempre es esta mujer la que desatará en ellos una desmedida pasión que probablemente los conducirá a la perdición porque, admitámoslo, así es

Soledad

Belleza sórdida, aberrante, Compañera que no está, que aparece con su ausencia, que susurra con su mutismo. Esbelta figura que empapa el alma, Que la desnuda y la encara al espejo, Sin más que la totalidad de su ser, Frente a su vacío, y su plenitud. Descarada, compañera traicionera, Que apuñala suavemente, que desagarra, que carcome, mientras mece el pensamiento. Desfila en un haz de luz, y se convierte en un suave péndulo, péndulo aterciopelado que estremece, que enfurece y reconforta. Tus palabras, tus gestos mudos, resonando en mi cerebro, robándome el alma, inhalándole la esencia, convirtiéndome en el disfraz. Hermosa amante, distante y leal, lléname de tu impasibilidad, no me dejes sintiéndote sin sentirte. Sé mía ahora, se mía siempre.

Después de ti, lluvia

Eres libre de correr y olvidar,  puedes romper mis cartas,  o borrar mis letras, pero las huellas de una historia: la nuestra, la única,  aquella dentro de ti, es para siempre. Bastó la caída inminente de una gota sobre el pavimento para desatar el comienzo del diluvio perfecto. Las calles permanecían solitarias y sin resguardo alguno. Parecía que era mejor dejarse empapar, fundirse con las gotas, ser el agua, y convertirse en el fantasma nocturno que habita la vaporosa lluvia. Al día siguiente un resplandor iluminó la silueta perdida en medio de la nada. Reaparecieron los rastros de ceniza que dejó a su paso, las huellas que nunca fueron borradas, y él ahí de pie. Su presencia era sigilosa pero inminente. Debió bastarme su mirada, pero continué persiguiéndolo hasta llegar a un punto confuso. Perdí toda noción de tiempo y espacio. Fue como disiparme en una burbuja suspendida en la nada: un todo perfecto sin manecillas ni dimensiones. Su aliento tibio en mi oreja susurró una conf

Carta a mi único amigo marciano

Esperando te encuentres bien y que la plactiketa espoimoidea haya resultado ser todo un éxito, te tengo novedades. Por aquí hay días en los que sencillamente no sé cómo se debe ser para parecer normal, para encajar, para pensar que algo de lo que me rodea es real. ¿Cómo dejo de desear ser una vagabunda consumada y que la acción también sea reconocida?  Acá las personas (lo que allá tus vecinos aliens) dicen que todos tenemos algo en lo que somos muy buenos, algo que nos gusta o en lo que destacamos (y los que no pues ya valieron cake); que nada es para siempre (porque al parecer hasta el amor tiene fecha de caducidad); que todo pasa por alguna razón (porque se nos da eso de ponerle nombre a todo, de encontrar explicaciones por debajo de las piedras y por comprender el universo mejor que todos, incluyéndolos a ustedes) y que después de la tormenta viene la calma y… ahaha (suspiro) ¡Dicen tantas cosas! Sé que a ti te puede parecer curioso saberlo pero para mí es más extraño que para t

Lectores de mentes

Anoche soñé con un extraño, con mi hombre,  solo con él podría estar sola,  abrirme a él, por completo, solo para él.  Recibirlo en mi por completo,  encerrarlo en el laberinto de la felicidad completa.  Ya sé que eres tú. Hace un par de días vi la peli de “El cielo sobre Berlín” y he de decir que me gustó bastante. Al principio me pareció lenta y muy suave y, como para colmo tengo poco poder de concentración, me costó mucho enfocarme al cien pero, al final de mi odisea mental, logré hacerlo. La idea puede ser un poco ordinaria pero la manera de contarla es bastante interesante. Su mayor acierto conmigo fue que me hizo pensar y pensar acerca de esto y aquello, del mundo y del amor, de lo terrenal y lo desconocido… de la vida.  Pensar. Suena sencillo pero dista de serlo. Recuerdo que cuando me iba a la Uni en el metro solía preguntarme en qué pensaban las demás personas. Una vez instalada en un asiento, observaba e intentaba adivinar cómo era la vida de los que en ese momento estab
Mukti Echwantono Esta noche me sienta bien la soledad. El río de palabras sueltas revoloteando en mi cabeza es el más suave tormento, el más sádico. Lo imagino como la caída constante de una gota de agua perforando mi cerebro. Toc, toc, toc, una y otra vez.  No soy buena cuando estoy con personas. En compañía  me cuesta ser yo. Me reconozco mejor cuando estoy sola, incluso me deleita en demasía platicar conmigo misma. El único problema es que mis pensamientos en voz alta se han convertido en un hecho asiduo, rastros de locura, quizá. Dentro de mi mente vagabunda, soy buena haciendo preguntas, contestando respuestas, quedándome en silencio, repitiéndome mil reproches. Me gusta estar a solas. Es la mejor forma para pensar, para ser y para estar: a solas.  Tampoco soy buena hablando. Las palabras son amables conmigo cuando las escribo, antes no. A veces ni eso ayuda. Soy una cuando escribo y, al leerme, soy otra, y escupo sobre el papel escrito. Banalidades. No escribo

Déjame, amor

Cuando nadie puede ver, a través de su mirada, el desgarre interior es más profundo. Déjame tocar tu puerta y esperar por ti. Finge que la espera, que postergaba el sueño, Era el anhelo de mí, de nosotros. Déjame ser la de ayer ante tus ojos, Y pretende estar enamorado, Como antes, de mí. Déjame pensar que no todo tiene fin, Que el tiempo se mantuvo en pausa, Aguardando por amor. Déjame humedecer mis labios, Entre tus labios, unidos, En el grabado eterno. Déjame entrar y tocar el fondo, Y sentir que el adiós pasado, Se diluye en el calor del beso. Déjame, una vez más, ser yo, Junto a ti, sin más que esto. Mantenme a tu lado, amor.

El monstruo sin rostro

La Chapelle Día con día la bestia se hace más grande, apenas puede mantenerse en pie. Su apetito insaciable devora todo lo que ve a su paso, tragando por tragar, mas no por saciar su hambre. Bebe litros de alcohol, pero no lo hace  para aplacarse la sed, sino para embrutecerse el ceso. Su outfit se concreta con una playera que exhibe una leyenda: "I love me". Y la porta orgulloso, ególatra.  Contonea sus enormes caderas al caminar, y su desmedido trasero que, a algunos gusta, a mi parecer resulta grotesco. Ignora lo que ve a su paso, pues se dirige firma hacia sus objetivos mundanos.  Su ignorancia y desinterés se ven reproducidos fácilmente en un hábito por dimensionar las realidades más frívolas. No hace más que comprar, comprar y comprar. Cuando se agoten las tarjetas, recurrirá a un préstamo, pues lo que le interesa tiene un precio. Esclavo del aprecio superfluo, del ajetreo cotidiano y de la perfección ególatra del individualista consumado,

Pedazos

A veces me resulta muy difícil encontrarme. Ahora mismo no sé quién soy. Las cosas suelen empeorar al momento en que me doy cuenta de que los demás tampoco me conocen. Absolutamente nadie sabe poco de mí, ellos sólo ven facetas. Han visto los pedazos de mí… a ratos… cuando soy feliz, cuando soy triste, cuando lloro, cuando grito. Pero yo no soy esos trozos, y ni siquiera su suma. No soy la que ayer fui, y mañana no seré lo que hoy puedo ser. A la sombra soy un rastro, y a la luz una sospecha. Ni luz ni oscuridad, ni bien ni mal, sólo yo, hoy y ahora, pero no completamente.

Silencio

Hace un par de días vi un filme francés titulado L a Clase . En realidad la película es bastante buena pero el propósito de este post no es hablar de ella, sino de una frase que se menciona en ella: "Si lo que vas a decir es menos importante que el silencio, mejor no hables, calla". Normalmente no estamos habituados al silencio. Buscamos compañía para evitarlo y, cuando éste nos alcanza, aún cuando estamos rodeados por más personas, corremos para alejarnos. No importa si tenemos que improvisar alguna pregunta trivial. Creo que el silencio es un ideal, pues realmente no existe el silencio absoluto. Incluso las madrugadas escapan de su encanto y se convierten en presas de susurros provenientes de viejos grillos quejosos.  Creo también que ese ideal del silencio es en realidad un regalo, un momento para escuchar nuestros pensamientos en un eco mental; un instante de reflexión; y, cuando se comparte con alguien más, éste se convierte en un pacto, una conexión imp

Esquizofrenia

De nuevo ese eco sigiloso revoloteando dentro de mi cabeza. Contante y perpetuo. Cuando ingenuamente creo que ha terminado de escupirlo todo, comienza a enunciar mil oraciones más. No importa si tienen sentido o no. Siempre es así.  Después de una discusión poco profunda, termino por ceder a su permanencia. Algunas veces me siento exhausta, rendida ante una penitencia constante. Duermo a ratos para pretender que no existe y que, por un momento, soy libre, pero lo que sobreviene al sueño siempre es el recuerdo del mismo Otra vez esa voz dentro de mi cabeza, carcomiéndome el cerebro, recordando el sueño que pensé que me liberaría. No queda más que acostumbrarse a su compañía etérea, a su susurro engañoso, a su réplica ante mis palabras. Sólo quisiera dejar de pensar. Sólo un momento. Munch, Edvard. El Grito.