Pareciera que el rol de la mujer se ha reivindicado, que ha ganado autonomía y preponderancia dentro del ámbito laboral en una lucha sexista que le ha valido el tener que demostrar su valía fuera del seno del hogar para obtener cierto reconocimiento en lo que respecta a, básicamente, todo lo que no son labores domésticas. “Superado” el conflicto del modelo patriarcal, perpetuado por el mito del amor rosado y perfecto, lo que implicaba una irremediable búsqueda del príncipe azul al cual someterse por amor, la mujer comenzó a insertarse en el ramo laboral, en donde encontró nuevamente otro hito que romper. Se encontró entonces bajo una nueva forma de dominación, mucho más sutil acaso, pero no por ello menos opresiva. El sistema capitalista ha creado y alimentado un modelo de publicidad que ha reducido a la mujer a un mero producto sexual. Es la mujer el principal objeto de un mercado repleto de aditamentos completa y absolutamente inútiles y ridículamente caros que instituyen el