Los tulipanes se convirtieron en mis flores favoritas desde aquella noche en la que llegó con un ramo de ellos para robarme un beso. Nunca lo imaginé así. Fui incapaz de descifrar en su mirada toda la magia que albergaba dentro. Nuestra primera cita fue un encuentro inusual. Un tórrido romance pasional que sólo era posible de concebir si venía de dos amantes locos que tenían años amándose en secreto. Nunca reparamos en protocolos tontos ni cuestionamientos infantiles. No preguntamos qué nos gustaba hacer, qué música escuchábamos o en qué pasábamos nuestro tiempo libre. Ni siquiera gastamos tiempo vistiéndonos de pudor porque todos nuestros más íntimos secretos fueron revelándose de la única forma en la que podíamos hacerlo: viviendo juntos nuestro presente. Desde la segunda vez que nos vimos nos tomamos de la mano con tal praxis que parecíamos haberlo hecho desde vidas pasadas. Ni qué decir al dormir. Nuestros cuerpos no conocieron momentos incómodos: la desnu...