De nuevo ese eco sigiloso revoloteando dentro de mi cabeza. Contante y perpetuo. Cuando ingenuamente creo que ha terminado de escupirlo todo, comienza a enunciar mil oraciones más. No importa si tienen sentido o no. Siempre es así.
Después de una discusión poco profunda, termino por ceder a su permanencia. Algunas veces me siento exhausta, rendida ante una penitencia constante. Duermo a ratos para pretender que no existe y que, por un momento, soy libre, pero lo que sobreviene al sueño siempre es el recuerdo del mismo
Otra vez esa voz dentro de mi cabeza, carcomiéndome el cerebro, recordando el sueño que pensé que me liberaría. No queda más que acostumbrarse a su compañía etérea, a su susurro engañoso, a su réplica ante mis palabras. Sólo quisiera dejar de pensar. Sólo un momento.
Munch, Edvard. El Grito.
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