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Mukti Echwantono
Esta noche me sienta bien la soledad. El río de palabras sueltas revoloteando en mi cabeza es el más suave tormento, el más sádico. Lo imagino como la caída constante de una gota de agua perforando mi cerebro. Toc, toc, toc, una y otra vez. 

No soy buena cuando estoy con personas. En compañía me cuesta ser yo. Me reconozco mejor cuando estoy sola, incluso me deleita en demasía platicar conmigo misma. El único problema es que mis pensamientos en voz alta se han convertido en un hecho asiduo, rastros de locura, quizá. Dentro de mi mente vagabunda, soy buena haciendo preguntas, contestando respuestas, quedándome en silencio, repitiéndome mil reproches. Me gusta estar a solas. Es la mejor forma para pensar, para ser y para estar: a solas. 

Tampoco soy buena hablando. Las palabras son amables conmigo cuando las escribo, antes no. A veces ni eso ayuda. Soy una cuando escribo y, al leerme, soy otra, y escupo sobre el papel escrito. Banalidades.

No escribo para nadie, ni para mí ni por mí. Sólo por escribir. Es una forma de creer que existo y que, alguna de las tantas cosas que pueden materializarse, se asemeja a las amorfas voces aprisionadas en mi cabeza. A veces resulta divertido, otras veces me canso de todo esto. Me canso de eso y de aquello. Ahora mismo es así. Me gustaría encontrar un buen final o, tan sólo un buen comienzo para escribir una nueva historia...

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