Desde lejos se apreciaba un punto rojo, ínfimo pero intenso. S e acercaba más y más con paso calmado y elegante. Al principio sólo se vislumbraba una figurilla esbelta y delicada, una silueta poseedora de una espléndida cabellera escarlata. Rizos escarlata que enriquecían la beldad más prodigiosa que hubiera imaginado. Se aproximaba hacia mí, despacio pero con cierto ritmo implacable. Me dio la impresión de que en ese momento nada la hubiera podido detener en su camino. Parecía que danzaba, que fluía o que quizá flotaba livianamente con el aire. Su paso etéreo era imperceptible a la vista humana, era como un espíritu de luz, un alma resucitada en el más exquisito estado de paz, un ente que regresaba de algún paraíso terrenal porque aún tenía una cuenta pendiente en el mundo de los vivos. Pronto sentí su ineludible proximidad. A unos cuántos metros su silueta entera salió del difuminado espumoso que la envolvía y, los rasgos que apenas revelaban su belleza, pa...