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Mostrando entradas de mayo, 2012

Tras vivir y soñar, lo mejor es despertar

Después de introducirnos hábilmente entre los demás cuerpos igualmente excitados y bien plantados, escuchamos una voz masculina encendida: “los jóvenes están logrando un milagro, porque esta generación estaba condenada a la apatía y al individualismo pendejo” . Sin saber muy bien de dónde provenía, volteamos a ver al portador del micrófono que, para nuestra sorpresa, era Paco Ignacio Taibo II. Mi emoción por verle era, al parecer, contraria a las emociones que sus palabras causaron en el ánimo de los organizadores, quienes no tardaron en pedirle que abandonara la improvisada tarima, dejándole claro que esa marcha era un movimiento estudiantil absolutamente apartidista. Ante el incidente, comenzaron los gritos que clamaban “Yo soy 132”, consigna que no tardó en alcanzar al resto de los manifestantes reunidos en la explanada de la Suavicrema, digo, de la Estela de luz (así suena más “chic” y hace honor a su tan ridículo como escandaloso costo). Muy a su pesar, Taibo II no tuv

Yo también soy #132

Siempre he sentido un especial cariño por los sesentas. La idea del hippismo me ha maravillado por muchas razones. Cuando le contaba a mi madre que nada me habría gustado más que haber vivido en los sesentas ella aseguraba burlonamente que solo lo decía porque era el apogeo de las drogas y la psicodelia.  He de admitir que algo hay de cierto en tal afirmación, pero la realidad es que no hay algo que admire más de los sesentas que la intrincada consciencia social de la que era poseedora y fiel portadora la juventud de aquél tiempo. Hasta hace poco tiempo me decepcionaba profundamente la terrible apatía en la que estaba sumergida nuestra generación, y eso me hacía envidiar más aún el verdadero hipismo de los sesentas, sus drogas y sus eternas consignas de amor y paz. El botón que reactivó mi ilusa esperanza de cambio se desató a raíz de dos movimientos juveniles ocurridos en este mes de Mayo: el “11 M” y el “Yo Soy El #132”.  Ambos movimientos me sorprendieron por

Érase una vez una hojita

Esta es la historia de una hoja que quería ser todo menos hoja... Érase una vez una hojita varada en su maraña de pensamientos. Volaba sin rumbo, mortificada por la ignorancia de su destino, lo que no le permitía ver que, debajo de ella, dejaba atrás a las piedras que quedaban  desoladas sin la más remota posibilidad de volar.  Creció bajo el amparo de un frondoso árbol, justo a lado de una inmensa jacaranda. Siempre vio a las florecillas con singular alegría y un atisbo de envidia por querer ser flor. Un día le despertó un céfiro singular y, así sin más, fue arrancada por la fuerza de la  ventisca   otoñal que llegó de improviso. Alarmada, voló con el viento, sin rumbo, lo que desató en ella una honda desesperanza Se reprochó incesantemente su insignificante existencia, sus ganas inmensas de haber nacido flor y no hoja; y porque, aun habiendo nacido hoja, siempre anheló llegar a ser árbol, fuerte y robusto, dador de refrescantes sombras.  Con la distancia, su fru