Después de introducirnos hábilmente entre los demás cuerpos igualmente excitados y bien plantados, escuchamos una voz masculina encendida: “los jóvenes están logrando un milagro, porque esta generación estaba condenada a la apatía y al individualismo pendejo” . Sin saber muy bien de dónde provenía, volteamos a ver al portador del micrófono que, para nuestra sorpresa, era Paco Ignacio Taibo II. Mi emoción por verle era, al parecer, contraria a las emociones que sus palabras causaron en el ánimo de los organizadores, quienes no tardaron en pedirle que abandonara la improvisada tarima, dejándole claro que esa marcha era un movimiento estudiantil absolutamente apartidista. Ante el incidente, comenzaron los gritos que clamaban “Yo soy 132”, consigna que no tardó en alcanzar al resto de los manifestantes reunidos en la explanada de la Suavicrema, digo, de la Estela de luz (así suena más “chic” y hace honor a su tan ridículo como escandaloso costo). Muy a su pesar, Taibo II no tuv