Esta es la historia de una
hoja que quería ser todo menos hoja...
Érase una vez una hojita varada en su maraña
de pensamientos. Volaba sin rumbo, mortificada por la ignorancia de su destino, lo que no le permitía ver que, debajo de ella, dejaba atrás a las piedras que quedaban desoladas sin la más remota posibilidad de volar.
Creció bajo el amparo de un
frondoso árbol, justo a lado de una inmensa jacaranda. Siempre vio a las
florecillas con singular alegría y un atisbo de envidia por querer ser flor.
Un día le despertó un céfiro singular y, así sin más, fue arrancada por la fuerza de la ventisca otoñal que
llegó de improviso. Alarmada, voló con el viento, sin rumbo, lo que desató en
ella una honda desesperanza
Se reprochó incesantemente
su insignificante existencia, sus ganas inmensas de haber nacido flor y no hoja; y porque, aun habiendo nacido hoja, siempre anheló llegar a ser árbol, fuerte y robusto,
dador de refrescantes sombras.
Con la distancia, su frustración crecía por no haber nacido ni flor ni árbol. Pensaba que, de ser flor, le proferirían un profundo amor por su belleza y terminaría siendo admirada y envidiada por los demás. Cuando reflexionaba sobre la frialdad y superficialidad de sus pensamientos, se reprochaba entonces el no haber sido árbol, pues, de haberlo sido, habría crecido imponente, verde y fuerte, y no estaría, como ahora, volando sin rumbo.
Con la distancia, su frustración crecía por no haber nacido ni flor ni árbol. Pensaba que, de ser flor, le proferirían un profundo amor por su belleza y terminaría siendo admirada y envidiada por los demás. Cuando reflexionaba sobre la frialdad y superficialidad de sus pensamientos, se reprochaba entonces el no haber sido árbol, pues, de haberlo sido, habría crecido imponente, verde y fuerte, y no estaría, como ahora, volando sin rumbo.
Y así fue como la infeliz
hoja pasó su viaje otoñal hasta que el viento cesó y terminó por abandonarle a
las orillas de un lago. Una vez ahí, la hoja se descubrió extraviada y sola, lejos de la jacaranda y lejos del árbol donde había sido arrancada, y sin indicio alguno de aquella brisa que la llevara flotando por los cielos.
Fue entonces cuando se
sintió inmensamente desdichada por no haberse sabido hoja cuando aquél viento
había venido a darle la oportunidad de volar libre y ligera a la distancia.
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