Siempre
he sentido un especial cariño por los sesentas. La idea del hippismo me ha maravillado
por muchas razones. Cuando le contaba a mi madre que nada me habría gustado más
que haber vivido en los sesentas ella aseguraba burlonamente que solo lo decía
porque era el apogeo de las drogas y la psicodelia. He de admitir que algo hay de cierto en tal
afirmación, pero la realidad es que no hay algo que admire más de los sesentas
que la intrincada consciencia social de la que era poseedora y fiel portadora
la juventud de aquél tiempo.
Hasta
hace poco tiempo me decepcionaba profundamente la terrible apatía en la que
estaba sumergida nuestra generación, y eso me hacía envidiar más aún el
verdadero hipismo de los sesentas, sus drogas y sus eternas consignas de amor y
paz.
El
botón que reactivó mi ilusa esperanza de cambio se desató a raíz de dos
movimientos juveniles ocurridos en este mes de Mayo: el “11 M” y el “Yo Soy El #132”.
Ambos movimientos me sorprendieron por
dos aspectos: el primero, y el más evidente quizá, es que tiraba mi cliché prejuicioso
al respecto de los “chicos fresas” de la Ibero y su nula consciencia social. Me
parecía sensacional la idea de que aquellos “chavos fresas” a quienes yo
imaginaba preocupados por sus inversiones futuras en el shopping confrontaran
valentonamente al candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto. Sin duda
nos dieron una lección que tiraba prejuicios simplones.
Lo
segundo es que, esperanzadoramente, también tiraba abajo mi creencia de que la
apatía de mi generación, acerca de las causas sociales, estaba condenada a la
permanencia.
Hoy,
me emociona profundamente la participación que tenemos los jóvenes en las
campañas electorales y el grado tan alto de involucramiento político que se ha
dado a través de las diferentes redes sociales, las cuales han sido
aprovechadas al máximo para poder informar lo que los medios han decidido
callar; y que han servido para convocar a un gran número de personas a favor de
diferentes causas.
Sé
que no soy una experta en política. Sé que no he participado tanto como me
gustaría hacerlo. Pero también sé que estoy poniendo mi granito de arena porque
creo profundamente en la posibilidad de un cambio real que, lejos de ser un
cambio de color, significa un cambio de dirección, porque, hoy puedo decirlo
con toda convicción, nuestro país está cambiando.
El
cambio ya empezó, y lo hizo desde el momento en que abrimos los ojos para darnos
cuenta de que, si ya hemos aguantados malos gobiernos, no tenemos por qué
seguir haciéndolo. El cambió empezó desde que nos dimos cuenta de que cada uno
de nosotros es capaz de generar un cambio real empezando por la voluntad de
querer hacerlo.
Aun
cuando evidencio claramente mi postura partidista, quiero decir que, lejos de
tener un color, la marcha del día 20 de mayo en apoyo mundial a AMLO me hizo
darme cuenta de que no se necesita más que un objetivo común para unir al
pueblo, y ese objetivo es un deseo muy sencillo y noble: la esperanza de tener
un mejor país.
No
se trata de ser fundamentalistas políticos, ni simpatizantes empedernidos y
enajenados con una figura política, ni siquiera se trata, como ya lo dije
antes, del color de un partido. Se trata de que, al fin, existe nuevamente un
líder social capaz de reunir masas sin ofrecerles a cambio algún tipo de extorsión
o recompensa. Se trata de miles de jóvenes conscientes y capaces de
discernir acerca de que, la política de cierto personaje político, puede resultar adecuada para satisfacer las
necesidades de nuestro país.
Se trata, más que de partidos y luchas inútiles, de darnos cuenta de que el poder lo tenemos nosotros y no algún partido o político. Se trata de darse cuenta de que todos, sin importar el color o el uniforme de la escuela a la que pertenezcamos, somos mexicanos. Se trata de saber que somos un mismo país con hambre de crecer.
Se trata, más que de partidos y luchas inútiles, de darnos cuenta de que el poder lo tenemos nosotros y no algún partido o político. Se trata de darse cuenta de que todos, sin importar el color o el uniforme de la escuela a la que pertenezcamos, somos mexicanos. Se trata de saber que somos un mismo país con hambre de crecer.
Hoy, en la marcha del apoyo mundial a AMLO vi a ese país unido, vi a jóvenes y viejos compartiendo un mismo deseo, una misma creencia. HOY VI UN MÉXICO UNIDO DE FORMA GENUINA POR UNA MISMA CONVICCIÓN: RECONSTRUIR UN PAÍS QUE HA SIDO LASTIMADO DURANTE AÑOS.
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