Después de introducirnos hábilmente entre los
demás cuerpos igualmente excitados y bien plantados, escuchamos una voz masculina
encendida: “los jóvenes están logrando un milagro, porque esta generación estaba
condenada a la apatía y al individualismo pendejo”. Sin saber muy bien
de dónde provenía, volteamos a ver al portador del micrófono que, para nuestra
sorpresa, era Paco Ignacio Taibo II. Mi emoción por verle era, al parecer,
contraria a las emociones que sus palabras causaron en el ánimo de los
organizadores, quienes no tardaron en pedirle que abandonara la improvisada
tarima, dejándole claro que esa marcha era un movimiento estudiantil
absolutamente apartidista.
Ante el incidente, comenzaron los gritos que clamaban “Yo soy 132”, consigna que no tardó en alcanzar al resto de los manifestantes reunidos en la explanada de la Suavicrema, digo, de la Estela de luz (así suena más “chic” y hace honor a su tan ridículo como escandaloso costo). Muy a su pesar, Taibo II no tuvo más que abandonar el micrófono y unirse con el resto del contingente.
Minutos
antes habíamos caminado de prisa con una cartulina, dos libros y una cámara en
mano. Ahora estábamos en medio del
contingente y en absoluta paz. La batucada rompió la solemnidad mientras expelía
a los tacubos cantando “Ojalá que llueva café en el campo”, lo que pareció ser un augurio pues, aunque no llovió café y ni estábamos en el campo, sí llovieron consignas de unión, en un país que parecía medio marchito por la apatía.
Un arrojo inexplicable me incitó al encuentro de cuadros vivientes. Me lancé a tirar el
obturador una y otra vez. Intentaba amarrar a mis ojos todo lo que estaba
frente a mí para luego contar con imágenes lo que ahora cuento con
palabras, pues al parecer no bastó vertir tanto amor cuando el resultado fue un puñado de escenas mal enfocadas, unas veces sobre expuestas y otras veces de pobre composición.
Mi
amiga llevaba a lo alto nuestra cartulina igualmente desenfocada pero amorosa,
la cual expelía un mensaje corto pero profundo. Entre consignas y alarido
gritábamos “A estudiar, y aprender, para el pueblo defender” en series de
cuatro repeticiones; luego pasábamos a los favoritos: “Aquí se ve, aquí se ve,
que Peña Nieto presidente no va a ser” y “Yo sí quiero a mi país, yo no voto
por el PRI”.
Los
de adelante comenzaban vociferando: “Yo soy 132”, los de más atrás, que no
alcanzaban a escuchar, decían: “Yo no vengo por mis tortas, yo vine por mis
huevos”, mientras, los de más atrás que "no querían quedarse atrás", comenzaban a gritar “Estudiantes, unidos, jamás serán vencidos”.Y sí que estábamos
unidos. En cuanto los de la UNAM concluíamos nuestro amado “cachún, cachún rarrá,
GOYA ¡UNIVERSIDAD! “, empezaba un puntual: “Huélum, huélum, gloria. A la cachi
cachi porra”
Así marchamos hasta el ángel, pero como nos sobraba energía y nos faltaba mucho
qué decir, continuamos hasta Televisa Chapultepec para dejarles el recado de
que exigíamos “Más información, sin manipulación” porque “pinche Televisa, eso
sí que era noticia”.
Entre
el fervor de la unidad, el calor de los gritos y las sonrisas de camaradería,
nos encontramos con gente que se asomaba a las ventanas con sus puños
levantados; en las aceras algunos nos aplaudían, mientras otros se limitaban grabar.
Algunos más se colocaban impávidos en algún punto con cartulinas que agradecían
a “la juventud por devolverles la esperanza en el futuro”. Y así seguimos,
entre rostros conocidos, gritos, euforia y mensajes de apoyo.
¡OCHO,
OCHO! Gritaron. Mi amiga y yo nos tomamos de la mano, como lo habíamos hecho en
todos los ochos anteriores, para no perdernos de vista y, claro, para no morir
aplastadas. Li me dijo “Voltea para atrás”, y las dos volteamos juntas. Vimos
tras de nosotros rostros avivados, frenéticos. En eso, una cara conocida en
medio de esa amistosa masa se distinguió de entre los demás rostros. Disminuimos considerablemente nuestra carrera y comenzamos
a gritar eufóricas para abrazar a esa carita que había aparecido de entre la
turba. Era nuestra querida amiga Denisse. Sentimos esa magia que se siente
cuando la buena vibra te rodea, sentimos esa magia que nace de la fuerza
interior, de esas ganas juveniles de cambiar el mundo para convertirlo en un
lugar mejor.
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