Ir al contenido principal

Mi nueva semilla



Dejé atrás las excusas y la autocompasión para rozar el punto más álgido del arcoiris con mi lengua. Aprendí a navegar usando la dirección del viento a mi favor, para mecerme de un segundo a otro, al compás de una buena rola. Mientras fumo un cigarrillo, veo mis temores pasados perderse en cada exhalación. No es una sensación efímera, sino una verdad que retoña: la vida misma, repleta de magia y amor. 

No estoy desconectada. Me entristezco y lleno de rabia al leer las noticias. Me hieren profundamente la injusticia, el maltrato, los prejuicios, la ignorancia, el odio, el egoísmo y nuestra ceguera pero, en los últimos días, las heridas han sanado, poco a poco, gracias al agua del mar.

Esos dolores siempre han pesado, pero hoy me siento más liviana, plena e ingenuamente esperanzada. Sin más equipaje que un par de sueños en cada bolsillo, me levanté después de haber caído debilitada por lágrimas de añoranza, nostalgia, frustración y tristeza, y logré flotar en un aire impregnado de aromas florales. Los rayos del sol ahuyentaron mis pesares y entendí que no hay que tener miedo, aún cuando parezca que haya mucho que temer.

Sí, existe el mal, pero sólo como antítesis del bien. Está ese camino oscuro por el que todos transitamos o al cual nos aproximamos, pero también está siempre, danzando en lo más profundo de cada alma, una potente luz blanca, ansiosa por irradiar y llenar cada vacío, deseosa de brotar a la superficie convertida en raíces poderosas, libres y airosas por emerger y colmarlo todo. 

Creía no saber de qué se trataba el amor, pero hoy siento un cosquilleo que me susurra día con día que ha llegado para vivir y crecer dentro de mí. Se incubó en la profundidad de mi vientre, abriéndose paso entre la tierra mojada: mi semilla estaba húmeda y decidida a crecer. Solté viejos fantasmas y las ideas de antaño sobre lo que creía que era amar. Dilaté mis pupilas, mi olfato, mi lengua y cada poro. Mi cuerpo se llenó de unas ganas impetuosas por abrazar el mundo con el alma, sin titubeos, sin mentiras, sin barreras y sin miedo a fallar. Todos mis sentidos, más atentos que antes, estaban dispuestos a aprehender de nuevo. Me sentí libre, ¡libre de regresar a mí! 

Volvió el poder de mi sonrisa y me invadieron los nervios, la emoción y la belleza de poder empezar de nuevo: deconstruirme para volver edificar una nueva yo. Cambié los ladrillos de mi torre sin final por una radiante enredadera que crece por doquier, expandiéndose hasta el horizonte, porque se siente y se sabe infinita. 

Comencé a observar un sin fin de lugares, caras y vidas. Me crucé con hechiceras, duendes, brujas, sirenas, guerreras, héroes, compañeros, amigos, hermanos, almas gemelas, amores platónicos, casualidades, errores y pruebas. Todos, todas, alimentándome el corazón. 

Ahora lloro y río de felicidad. En mi garganta se alborota ese manojo de bolitas de colores que explotan llenas de recuerdos. Vuelvo a sentirlos. Puedo saborearlos, tocarlos, olerlos. Viven en mí.  Todos y cada uno, dentro, convertidos en memorias, cicatrices, lecciones, fotos, canciones, peleas, rupturas, chistes, fogatas, noches estrelladas, coqueteos, complicidad, orgasmos y besos.

Regresé a lo más profundo de mis entrañas. Me cuestioné, me enojé, lloré, aprendí, crecí, me perdoné y empecé a construirme de nuevo. Aprendiendo a volar, cada día. Me reconocí como hace mucho no lo hacía. Más yo que nunca antes. Orgullosa, optimista, segura, amorosa, ingenua, alocada, impulsiva, romántica, burlona.  Me abracé y volví a sentirme completa en un instante que arropó mi existencia con una cálida tranquilidad.  

Estoy caminando, acercándome un poco más cada día, dispuesta a recorrer muchos senderos.

No tengo ganas de poses agrias, sonrisas falsas, palabras huecas y frases armadas.

No tengo labios para besar máscaras, inseguridades, seres temerosos o conquistadores sin ceso.

No tengo un cuerpo para privarle de danzar, correr, volar, nadar, brincar, estirarse, dormir.

No tengo ojos para mirar lentejuelas, cifras, estadísticas, nombres rimbombantes y caras largas. 

No tengo tiempo para gente que no sabe amar.

No tengo vida para almas vacías.

Sólo tengo un corazón, ansioso por abrazar cada instante, por descubrir nuevas causas y enfrentar los incesantes deseos que renacen una y otra vez.

Sólo tengo este corazón palpitante, ansioso por esparcir su llama.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tercer día.

Qué hay de esa suave colina que me vio nacer al alba. Dónde quedaron los grandes campos que nunca pude atravesar y dónde las siembras en las que vi nacer mi semilla… Devuélveme un poco de ese dulce rocío, de ese rayito de luz que contrastaba las siluetas hacia el dorado atardecer y se llevaba todas las palabras que había podido aprender. Siempre dejándome indefenso, sin articular,  sin habla y sin ganas. No he vuelto a mirar de esa forma, desde aquella vez que me arrancaste una mirada que fue para siempre. Y así eras tú: para siempre.  En mis líneas y entre mis pestañas, enredada en una promesa infinita. Mi promesa de un renacer que vio mis primeros pasos, a  punto de atreverme a correr. Pero quitaste tus manos para llevarlas hacia otro sitio y no volver la cara atrás. Nunca supe qué pensar, sólo podía atisbar que estaba lejos de toda realidad. No me cansaba de frotarme los ojos, obligándome a despertar, pero  la lluvia vino a desvencijar los recovecos que se aferrab

Infinitas disculpas

Perdón si te amé más de lo que tú me quisiste, perdona mi ingenuidad al creer en tus promesas, mi debilidad ante la certeza de tu desencanto, y mis besos ante tu ausencia. Perdón por haberte regalado mi alma, y no sólo mi cuerpo, como debí hacer, pero soy una mujer entera, soy cuerpo y  soy alma, y soy todo este amor que nunca te creíste. Perdón si me aferré a una verdad  en este mundo de mentiras, excusa a este ser entregado, infinito, rendido ante tus canciones de amor caduco. Perdón si no te creo que seas el mismo, pero no puedo aceptar que me enamoré de éste, sino de aquél,  el que fue y ya no es, porque este nuevo sólo tú sabes quién es.   Infinitas disculpas por estos versos  que ignorarás,  tú ve y sigue siendo este nuevo,  que yo me quedo con aquél viejo sueño,  porque nunca fuiste nada más. 

Un placer conocerte...

Eso no está bien. Debes andarte con cuidado. ¿Pero que no te has dado cuenta de que…? Seguramente ni siquiera sabes lo que quieres. No sabes lo que dices. ¿Qué pregunta es esa? ¡Qué cosas dices! …. Sé que no me entiendes, y que no deseas hacerlo. Sé que el diálogo más extenso entre nosotras es un cuestionario matutino bastante protocolario, tal vez un "Buenos días" Y un "Cómo amaneciste". Aunque no me agrade la idea, así han sido las cosas. Cada vez que te diriges a mí lo haces para escupir reproches, alertas, reprimendas o consejos pero, al final, lo único que escucho es un ¡tú no sabes, yo sí! A veces sólo callo, porque intentar decir algo cuando una multitud enardecida grita resulta ser un patético esfuerzo que deviene en una frustración mayor. Sobra decir que eres tú esa multitud que se abalanza contra mí, esa masa amorfa que se dirige hacia donde estoy para inmovilizarme. Siempre estás ahí para interrumpirme, para decirme: ¡detente, no sab