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Un extraño del que todos hablan

No sé qué es el amor, pero acaso tengo una ligera sospecha acerca de lo que no es. Creo que la gente llama amor a la proyección de su propia felicidad, a la carencia de una estima propia reflejada en las virtudes de otra persona, de un alguien que llega a sus vidas para hacerles sentir que su camino vale la pena. 

"La separación" Edvard Munch
Qué bonito es creer esa dulce mentira en la que las personas se sienten menos solas. Qué bello su encuentro consigo mismas. Con sus ángeles y sus demonios, reflejados ambos en un espejo. 

La tristeza viene cuando se convierten en sombra de su reflejo. Entonces no son más que humareda, vapor. Escuálidos, débiles, dependientes. Sus vidas pierden sentido sin sus amores y no desean más que la muerte. Porque sufrir es morir y, en vez de aceptar su dolor como consecuencia natural de su vida, deciden morir, lentamente, profundamente, de amor. Y entonces comienzan a culpar al amor de todas sus carencias, de sus males. 

Luego el amor se convierte en un dios y un verdugo. Quieren explicarlo, predecirlo, sentirlo. sin darse cuenta de que lo convierten en objeto de deseo, en presa fácil de la vanidad y el ego, lo humanizan y, con ello, pierde su valor supremo de ideal. 

Es así como un extraño de pronto se convierte en el absurdo más codiciado, el soltero asediado que todo ser humano busca, que todo ser humano necesita, aún sin saber qué responsabilidades y qué derechos conlleva ser portador de tal honor, o de tal desgracia. Humanos jugando a inventarse en un eterno absurdo, en un juego perpetuo del auto encuentro, del amor extraviado en un desconocido que nos llene los propios vacíos. 

No escribo estas palabras con el fin de definir qué es el amor, pues no soy yo quien tenga la respuesta, y menos aún quien desee posserla. Lo único que sé de cierto es que no concibo que el amor sea una farsa telaraña de mentiras, desilusiones, celos, posesión o reacciones químicas. Ignoro qué es el amor pero confío en que nada tiene que ver con dependencia, ni amargura, ni autoflagelación.

No soy yo quién tiene la respuesta, y mucho menos quien desee poseerla. No quiero saber qué es porque me basta sentirlo como algo supremo, un todo impreciso, indecible y completamente perfecto. 

No soy yo quien tiene la respuesta, y mucho menos quien desee poseerla. Sólo sé que eso de lo que ustedes hablan, para mí, no es el amor.

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