Tuvo que ser en Mazunte y con un mojito de
por medio mi primer encuentro con Chechu Berlanga. No pudo haber sido de otra forma.
Cuando me contó de su odisea “Rumbo a Alaska”, en la mirada se le aglomeraban
un montón de alborotadas ideas. Me pareció que era uno de esos locos
extravagantes capaces de convertir un debate religioso en un carnaval. Un
excéntrico amante de la vida, de esos que rara vez se ven en la calle pero que,
en el fondo, siempre se espera encontrar en alguna parte.
Chechu llegó a México más por capricho que
por casualidad. Su hermano menor había sido invitado para tocar el piano en
compañía de la orquesta nacional del Salvador, por lo que estuvo una semana grabando
los conciertos de la Orquesta. Fue ahí donde se incubó la idea de grabar un
pequeño clip de viaje: “El salvador experience”. El primer clip de lo que más
tarde se convertiría en una serie de clips viajeros.
De las tierras tropicales saltó al gélido
Chicago, que lo recibía con veinte grados bajo cero y con todo listo para el
Festival de flamenco, a donde había sido invitado para presentar Huelva
Flamenca y La sombra de las cuerdas, documentales en donde
aborda la historia de la ciudad de Andalucía y del músico más importante que
ésta dio a luz: El Niño Miguel, uno de los mejores guitarristas de flamenco y, a
la vez, el de menor fama.
"Chechu Berlanga surfeando". Foto: Chechu Berlanga. |
Ya estando en Chicago, el plan de Chechu era
dirigirse a Asia, y así continuar hasta llegar de nueva cuenta a España, pero había
oído relatos encantadores sobre un México mágico y surrealista, así que no
quiso perderse la oportunidad de comprobarlo por sí mismo. Con poco más que una
mochila y un alocado impulso, Chechu partió hacia Baja California, en donde se
instaló durante un mes para surfear sobre las olas que le ofrecían sus
espléndidas playas.
El surf y “Los hermanos tejedores”, unos
hermanos argentinos de 18 y 20 años que venían manejando desde Canadá con
destino a su tierra natal, lo inspiraron a continuar grabando todo lo que
ocurría en el camino, y así continuó la serie de “Los Experiencie”, una serie
de pequeños clips de viaje que narran las peripecias de este surfista,
documentalista y aventurero, conquistador de ocasiones y de compañeros de viaje.
De Baja California voló hacia la Ciudad de
México, en donde se le unió Félix, un amigo surfista que se había reunido con
él para emprender el camino hacia Puerto Escondido, en donde su amistad se
vería irremediablemente complicada por un triángulo amoroso… Félix y Chechu se
encontraban acostados sobre sus hamacas, afuera de las cabañas Buena Onda,
cuando ambos se sintieron fuertemente seducidos por una singular camper blanca
que se detuvo frente a ellos mientras disfrutaban de una deliciosa agua de
coco.
La camper tenía colgado un letrero de “se
vende”, por lo que la invitación los obligó a preguntar, sólo por curiosidad,
claro, el precio de la dichosa camioneta. La camper pertenecía a una pareja de
franceses que venían de Costa Rica, pero deseaban volver pronto a Francia, por
lo que el precio que, en un principio ya era bajo, descendió más y más con cada
oferta que Chechu y Félix hacían. Y ¡zaz! ¡vendida!
"Alaska, La Tortuga Blanca". Foto: Chechu Berlanga. |
Cerrado el negocio y habiendo saldado la
deuda, estaban ya instalando sus cosas dentro cuando de pronto cayeron en
cuenta de que en sus planes nunca habían considerado comprar una camioneta.
Pero la compra estaba cerrada y, la aventura que había empezado como un
mochilazo adolescente, de pronto había cobrado forma de una novela de Jack Kerouac,
y Chechu y Félix se habían convertido en Dean Moriarty y Sal Paradise, respectivamente.
Poco después de su reciente adquisición,
Chechu y Félix iban poco más que asustados, recorriendo los poblados que les
advertían amistosamente sobre los peligros de aventurarse a recorrer las
carreteras de este místico país, azotado por la violencia. Chechu y Félix
comenzaban a arrepentirse de su compra pues, mientras en Oaxaca la gente los
prevenía de ir a Guerrero, en Guerrero los persuadían de no pararse en
Michoacán y, al llegar a Michoacán, los lugareños les hablaban de lo terrible
que estaba la situación con los narcos en Oaxaca… y, entre resignados y
escépticos, así la fueron pasando.
Una hermosa mañana, mientras descansaban
pacíficamente en las playas de Nexpa después de haber pasado el día anterior
montando unas tremendas olas, despertaron rodeados por poco más de quince
personas armadas hasta los dientes alrededor de la camioneta. Después de
haberse pegado tremendo susto, supieron que se trataba de las autodefensas,
quienes, después de haberse cerciorado de quiénes eran y de qué hacían ahí, los
pusieron al tanto de que, hartos de la violencia y de la impunidad imperante, se habían decidido a tomar la justicia por su
mano con la esperanza de que su acción se viera prontamente replicada en todo
el país.
Entre
sustos y compras inesperadas, cayeron en cuenta de que la camper tenía placas
de Estados Unidos, así que decidieron que irían ahí para venderla y recuperar
el dinero invertido. Primero llegarían a Chiapas, Campeche y Yucatán, después
regresarían hacia Puebla, Guadalajara y así continuarían hasta Baja California
Norte y después Estados Unidos, pero el azar los haría interrumpir su bien
fraguado plan… Durante un retiro en Mazunte, mientras Chechu hacía yoga y
meditaba, su conciencia le reveló que se había olvidado de sus botas favoritas en
Puerto Escondido, así que decidió olvidar el plan de recorrer el sur, regresar
a Puerto y seguir hacia el norte hasta llegar a Alaska.
"Chechu y Alasa" Foto: Chechu Berlanga. |
¿Alaska? ¡¿Por qué no?! Después de todo así
se llamaba la camioneta. Al menos así la había bautizado Moriarty: “Alaska la
tortuga blanca”, está de más decir que por lenta, por blanca y por haber
llegado a su vida cerquita del tortuguero de Mazunte. Así que su nueva ruta se
trazaba directo a Alaska, montados sobre aquélla simpática tortuga blanca. Así,
nada más por mera ocurrencia, y porque Chechu tenía la curiosidad de estar
cerca de las islas aleutianas, un archipiélago de más de 300 pequeñas islas
volcánicas que va del sudoeste de Alaska hasta la península de Kamchatka, una
especie de puente que conecta Estados Unidos y Rusia.
Si crees que estas son patrañas, date una
vuelta por el canal de youtube de Chechu y cécate “Los Experiencie” aquí:
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