Ir al contenido principal

Vals Nocturno

La noche no podía ser más espesa y su sopor era casi insoportable. Dentro de la habitación una pausa prolongada nos convertía en dos extraños sentados al borde de la cama. En un punto perdimos la cuenta del tiempo y desechamos la querella que había antecedido a nuestro mutismo. 

Nuestras miradas se entrecruzaron, nuestros ojos se buscaban desesperados pidiendo ayuda. Se convirtieron en cómplices. Silencio. Sin enunciar palabras decidimos pactar la reconciliación más dulce. 

Tu mano tibia despejó mi frente, recogiste mi cabello hacia atrás y acercaste tus labios a mi rostro desnudo. Ambos irradiábamos una luz tenue, húmeda. Nuestros perfiles acompasaban a nuestros corazones acelerados. 

Tu dedo recorrió mi mejilla, mis labios, mi cuello. Lentamente se desplazó hacia abajo, convirtiéndose en un vulgar ladrón que se escabullía dentro de mi blusa. En un instante comenzó a arrancarla de manera presurosa, ansioso por descender hasta un punto ínfimo. 

Escindidos de toda materialidad, nuestros cuerpos se aliaron en uno mismo, evaporándose en un sublime deseo. Ahí estábamos, despojados de toda pertenencia, teniéndonos únicamente el uno al otro, sin portar prenda alguna más que la de nuestra propia existencia. 

Envueltos en un manto estelar prófugo, perpetuo, sin noción alguna de tiempo y espacio. Extraviados en la nada y colmados de frenesí. Mi lengua habitando tu boca, mordiendo tu labio, arrancándote el aliento.

Nuestras siluetas comenzaron a fundirse en una sombra, una estampa solitaria. Tu respiración tibia en mi hombro, tu olor impregnando mi piel, tus labios húmedos sobre mi nariz, sobre mi pecho, sobre mi abdomen. Te apropiaste de mi cuerpo en el abrazo más cálido, en un ansia desesperada, inhalándome en un suspiro. 

Perdí toda fuerza. No podía hacer más que debilitarme en tus brazos y permitir al erizado cuerpo el efímero placer del estruendoso espasmo. Uno sobrevino al otro. Un fuego encendido en mi vientre, un cadencioso vals y un vehemente estremecimiento.

Comentarios

Pablo ha dicho que…
Cuanta pasión hábita tu puño.

Te leo, Saludos.
Carlos ha dicho que…
Bonita forma de reconciliarse. Espero que no por eso les dé por enojarse más seguido.
Unknown ha dicho que…
la imagen, "el beso"creo q el autor es roldan?m acuerdo por fui a ver su esxpocicion, pero bueno la verdad s q m sorprende tu modo d nararar, ste pedazo d lectura, si como su nombre lo dice s un vals, un cortejo, para llevar acavo un ritual,no solo corporal,sino espiritual,ste es uno d mis favoritos ,me gusto, tine pasion, entrega, se puede denotar la juventud, la pureza , la inocencia.

Entradas populares de este blog

Tercer día.

Qué hay de esa suave colina que me vio nacer al alba. Dónde quedaron los grandes campos que nunca pude atravesar y dónde las siembras en las que vi nacer mi semilla… Devuélveme un poco de ese dulce rocío, de ese rayito de luz que contrastaba las siluetas hacia el dorado atardecer y se llevaba todas las palabras que había podido aprender. Siempre dejándome indefenso, sin articular,  sin habla y sin ganas. No he vuelto a mirar de esa forma, desde aquella vez que me arrancaste una mirada que fue para siempre. Y así eras tú: para siempre.  En mis líneas y entre mis pestañas, enredada en una promesa infinita. Mi promesa de un renacer que vio mis primeros pasos, a  punto de atreverme a correr. Pero quitaste tus manos para llevarlas hacia otro sitio y no volver la cara atrás. Nunca supe qué pensar, sólo podía atisbar que estaba lejos de toda realidad. No me cansaba de frotarme los ojos, obligándome a despertar, pero  la lluvia vino a desvencijar los recovecos que se aferrab

Infinitas disculpas

Perdón si te amé más de lo que tú me quisiste, perdona mi ingenuidad al creer en tus promesas, mi debilidad ante la certeza de tu desencanto, y mis besos ante tu ausencia. Perdón por haberte regalado mi alma, y no sólo mi cuerpo, como debí hacer, pero soy una mujer entera, soy cuerpo y  soy alma, y soy todo este amor que nunca te creíste. Perdón si me aferré a una verdad  en este mundo de mentiras, excusa a este ser entregado, infinito, rendido ante tus canciones de amor caduco. Perdón si no te creo que seas el mismo, pero no puedo aceptar que me enamoré de éste, sino de aquél,  el que fue y ya no es, porque este nuevo sólo tú sabes quién es.   Infinitas disculpas por estos versos  que ignorarás,  tú ve y sigue siendo este nuevo,  que yo me quedo con aquél viejo sueño,  porque nunca fuiste nada más. 

Un placer conocerte...

Eso no está bien. Debes andarte con cuidado. ¿Pero que no te has dado cuenta de que…? Seguramente ni siquiera sabes lo que quieres. No sabes lo que dices. ¿Qué pregunta es esa? ¡Qué cosas dices! …. Sé que no me entiendes, y que no deseas hacerlo. Sé que el diálogo más extenso entre nosotras es un cuestionario matutino bastante protocolario, tal vez un "Buenos días" Y un "Cómo amaneciste". Aunque no me agrade la idea, así han sido las cosas. Cada vez que te diriges a mí lo haces para escupir reproches, alertas, reprimendas o consejos pero, al final, lo único que escucho es un ¡tú no sabes, yo sí! A veces sólo callo, porque intentar decir algo cuando una multitud enardecida grita resulta ser un patético esfuerzo que deviene en una frustración mayor. Sobra decir que eres tú esa multitud que se abalanza contra mí, esa masa amorfa que se dirige hacia donde estoy para inmovilizarme. Siempre estás ahí para interrumpirme, para decirme: ¡detente, no sab