No sé exactamente quién eres ni cuál es tu objetivo, pero te he sentido muy dentro de mí. Has sido la causa de latidos acelerados, penosos sonrojos, actos impulsivos, encuentros pasionales y actitudes sinsentido.
Me he entregado a la voz suave con que susurras, aquella que clama por impulsos, por entrega en vez de exigencias, besos y no reclamos, reconciliaciones sustitutas de incesantes discusiones, por sueños en vez de sinsabores, por ti y no algo más.
Llegaste y no pude explicar cómo fue, ni en qué momento, pero puedo respirarte a cada instante, llenando mis pulmones con tu dulce aliento.
Día a día estás conmigo en la sonrisa matutina, en el amanecer y en el ocaso, siendo mi soporte en los fracasos y el aplauso en mis logros, el consuelo y la pena, el todo que me inunda y aleja la soledad, quien baña de luz la opacidad de la monotonía.
Cada instante a tu lado es distinto al anterior, y al siguiente. El calor de cada beso se matiza en una gama que va de lo dulce a lo pasional. No existe pena, ni disgusto, ni censura, ni mundo. Existes en mí, intensificando mis sentidos, alterando una realidad insabora. Me haces creer vivir un sueño, y de pronto me dejas caer. Me dueles, y me haces más fuerte, para que al día siguiente aprenda a amar mejor, pero no con menor intensidad. Me exiges ser quien quiero ser y aquello que siempre he sido. Adoras mis destrezas y mis aciertos, pero sermoneas los desatinos y las malas jugadas.
Llegaste y no lo cuestiono. No hago el menor intento por entenderte, y menos aún por definirte. Me basta con rendirme a los embriagantes contrastes con que me haces saberme viva. No importa si le felicidad será a cuentagotas, y si las barreras parecerán eternas, porque, al haberte probado, he sentido que todo ha valido la pena.Únicamente existimos tú y yo, y la armonía de una naturaleza cómplice que fusiona sus encantos a tu mañosa forma de conquista.
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