Ir al contenido principal

Una pincelada artística en La Roma

La falta de cultura del arte que impera en la sociedad mexicana ha contribuido a que éste se haya convertido en privilegio de unos cuantos, reduciéndose así a una prerrogativa elitista adoptada por las galerías de arte. No obstante, artistas independientes buscan un espacio en dónde exponer sus obras, sin importar que tengan que ceñirse a las inclemencias del tiempo y a los tantos días en los que nada se vende.

“¡Toñito! ¡Ya vete a atender tu puesto y deja de espantarme la clientela!”, grita don Ignacio. Años antes, Antonio Cornejo dedicó su juventud al estudio de la biología y, a pesar de que estregarse de lleno a su profesión era un asunto que le apasionaba, pronto descubrió que las escasas oportunidades que hay en este ramo, además del campo de la docencia, lo limitaban severamente.

 Fue en ese momento cuando decidió introducirse a un área distinta pero de complejidad similar: el arte. Antonio comenzó a pintar poco después de graduarse de biólogo en la UNAM. Sus conocimientos de dicha ciencia, aunados a su creatividad artística, le dieron la oportunidad de realizar las tan peculiares obras que actualmente lo caracterizan: pintura de acuarela con aerógrafo en hojas de árbol. No en vano lo llaman “el Señor de las hojitas”.

La colonia Roma es uno de los pocos lugares en donde se ha improvisado una pseudo galería de arte. Tanto “El señor de las hojitas” como “don Nachito” se instalan todos los domingos en la Avenida Álvaro Obregón, de 9 de la mañana a 4 de la tarde, para exponer su trabajo artístico. El corredor instalado en la colonia Roma va de la calle de Córdoba a la calle de Morelia y cada domingo se convierte en un espacio que, supervisado por su dirigente, Jesús Tello, brinda una oportunidad para conjugar una amplia gama de obras e ideas con el folklor y la quietud de la Colonia. La cita es cada domingo desde hace 13 años.

La renta de un espacio para instalarse ahí varía entre los 10 y 20 pesos diarios, dependiendo de la cantidad de obras vendidas. Pero “la verdad es que el arte no deja mucho. Esto se hace más por amor y por ganas”, asegura don Antonio. 

No obstante, no es fácil adquirir un lugar dentro de él. “Pues estoy aquí desde hace dos años pero, al principio, don Jesús me había mandado a un tianguis ubicado por aquí cerca y ya que vio que me iba bien decidió darme un espacio en este pasillo”, declara Rafael Martínez, pintor que opta por el óleo en tela y por la pintura en huevos de cerámica. 

Don Nachito dice: “El ambiente es tranquilo y eso lo percibe la gente” además, “la calle es la mejor manera de mostrar lo que hacemos, ya que así lo ven los vagabundos, los niños, los chavos, los vecinos y todo el que pase por aquí”. Indudablemente, la Roma abre una de sus ventanas para mostrar sus diversos atributos. 

Acompañados por fuentes, estatuas, edificios viejos, algunos restaurantes y por los pacientes que acuden al Hospital Obregón, el corredor de la Avenida Álvaro Obregón resulta ser una pasarela de artistas desconocidos e improvisados, de los cuales la mayoría se dedica a alguna actividad extra puesto que la venta de sus obras no les genera suficientes ingresos para su manutención. 

La ciudad de México está repleta, de lunes a domingo, de mercados sobre ruedas, en los que se vende gran cantidad de productos alimenticios básicos y, además, películas, cd’s, pinturas, mascotas, rompecabezas y toda clase de accesorios de belleza. No obstante, son pocos los lugares en donde se instalan esta clase de “tianguis de arte”, entre los que se cuentan San Ángel, Coyoacán, Sullivan y La Álvaro Obregón como los más conocidos.
Aunado a este reducido espacio, los inconvenientes y las dificultades son aún mayores: la dependencia a las condiciones climáticas, las múltiples trabas que imponen los dirigentes, la casi nula remuneración y los problemas con los delegados.

Don Nachito recuerda: “Yo estuve un rato en Coyoacán pero después hubo problemas y terminaron quedándose los puestos de pulseras. Después, intenté estar en Sullivan pero ahí es muy difícil porque te hacen tres audiciones y te exigen que hagas algo diferente a lo que ya hay en esa zona. Además, de entrada te piden una buena lana”. 

Lidiando con gran variedad de dificultades, aquellos que quieren exponer su arte se enfrentan con el desanimo, los pocos ingresos, la falta de espacios y la falta de oportunidades para artistas nuevos, además de la pobre cultura del arte que impera en nuestra sociedad.


En un país con múltiples conflictos económicos, pocos y mal pagados empleos, pobreza extrema, marginación social a diferentes etnias y altos índices de violencia, el apoyo al arte pasa a un segundo, tercero o tal vez hasta cuarto término.

Tal vez, si el arte fuera una actividad tan bien remunerada como la industria del futbol en nuestro país,  también se le tomarían en cuenta de manera considerable, pero la realidad dista de ser así, debido a la poca apreciación que se tiene para con éste. 

Antonio Cornejo hablaba de la técnica que utiliza para realizar sus cuadros: “lo que utilizo para marcar las figuras es un aerógrafo. Algunas veces uso acuarela y en otras ocasiones opto por el óleo. La imagen la plasmo sobre el esqueleto de una hoja que, después de haber pasado por un proceso químico, queda vulnerable a los trazos de pintura.” 

Mientras “el señor de las hojitas” detalla la técnica que utiliza en sus obras, una señora se acerca con su hijo para apreciar de cerca las figuras. Pronto pregunta por la figura de un ángel plasmado en una “hoja traída de la India”: ¿cuánto cuesta esta? – Antonio responde “todos los de ahí son de $300.” Inmediatamente la Señora se dirige a su hijo: “cómpramelo”, a lo que éste responde “¿y eso para qué lo quieres?” Don Toñito interrumpe su discurso y alcanza a voltear la cabeza para mirar al joven. Los posibles clientes se apresuran a retirarse.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tercer día.

Qué hay de esa suave colina que me vio nacer al alba. Dónde quedaron los grandes campos que nunca pude atravesar y dónde las siembras en las que vi nacer mi semilla… Devuélveme un poco de ese dulce rocío, de ese rayito de luz que contrastaba las siluetas hacia el dorado atardecer y se llevaba todas las palabras que había podido aprender. Siempre dejándome indefenso, sin articular,  sin habla y sin ganas. No he vuelto a mirar de esa forma, desde aquella vez que me arrancaste una mirada que fue para siempre. Y así eras tú: para siempre.  En mis líneas y entre mis pestañas, enredada en una promesa infinita. Mi promesa de un renacer que vio mis primeros pasos, a  punto de atreverme a correr. Pero quitaste tus manos para llevarlas hacia otro sitio y no volver la cara atrás. Nunca supe qué pensar, sólo podía atisbar que estaba lejos de toda realidad. No me cansaba de frotarme los ojos, obligándome a despertar, pero  la lluvia vino a desvencijar los recovecos que se aferrab

Infinitas disculpas

Perdón si te amé más de lo que tú me quisiste, perdona mi ingenuidad al creer en tus promesas, mi debilidad ante la certeza de tu desencanto, y mis besos ante tu ausencia. Perdón por haberte regalado mi alma, y no sólo mi cuerpo, como debí hacer, pero soy una mujer entera, soy cuerpo y  soy alma, y soy todo este amor que nunca te creíste. Perdón si me aferré a una verdad  en este mundo de mentiras, excusa a este ser entregado, infinito, rendido ante tus canciones de amor caduco. Perdón si no te creo que seas el mismo, pero no puedo aceptar que me enamoré de éste, sino de aquél,  el que fue y ya no es, porque este nuevo sólo tú sabes quién es.   Infinitas disculpas por estos versos  que ignorarás,  tú ve y sigue siendo este nuevo,  que yo me quedo con aquél viejo sueño,  porque nunca fuiste nada más. 

Un placer conocerte...

Eso no está bien. Debes andarte con cuidado. ¿Pero que no te has dado cuenta de que…? Seguramente ni siquiera sabes lo que quieres. No sabes lo que dices. ¿Qué pregunta es esa? ¡Qué cosas dices! …. Sé que no me entiendes, y que no deseas hacerlo. Sé que el diálogo más extenso entre nosotras es un cuestionario matutino bastante protocolario, tal vez un "Buenos días" Y un "Cómo amaneciste". Aunque no me agrade la idea, así han sido las cosas. Cada vez que te diriges a mí lo haces para escupir reproches, alertas, reprimendas o consejos pero, al final, lo único que escucho es un ¡tú no sabes, yo sí! A veces sólo callo, porque intentar decir algo cuando una multitud enardecida grita resulta ser un patético esfuerzo que deviene en una frustración mayor. Sobra decir que eres tú esa multitud que se abalanza contra mí, esa masa amorfa que se dirige hacia donde estoy para inmovilizarme. Siempre estás ahí para interrumpirme, para decirme: ¡detente, no sab