Ir al contenido principal

Tiempo extraviado


Coged las rosas mientras podáis
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta...
Walt Whitman 

Soft watch at the moment of first explosion.
Salvador Dalí
Por fin ha llegado la alfombra otoñal, y con ella la hiel que suele impregnarse en mis huesos que caminan torpes para evitar caer. De manera sensata decido limpiar aquél indicio de lágrima que se asoma por mi globo ocular cristalizado. Invadida por una estúpida y, aparentemente, injustificada nostalgia, decido caminar en contra del viento frío que golpea mis mejillas. 

De fondo musical “shy” de Sonata Arctica, para acompasar mis testarudos pasos y aquellos disparates amorosos que se arremolinan en mi mente dispersa. Me aferro a no pensar, pero el intento es fallido. 
Rendida ante la invasión del recuerdo taciturno, me entrego a la oscuridad de la noche para replantear el curso de los hechos recientes. Parece haber sido un mal sueño. Quiero despertar.

Pienso, me callo, hablo sola, lloro, sonrío, siento. Al fin me doy cuenta de que todo sigue sin tener sentido. Mi mente ha sido diseñada para comprender el mundo, para contemplarlo y explicarse pequeñas incógnitas, pero no fue confeccionada para entenderse a sí misma. Al parecer me estoy exigiendo mucho.

Podría regresar a casa, encender el televisor y apagar mi mente. Me resultaría sencillo instalarme en la comodidad del silencio, donde no hay reproches, ni preguntas ni miedos, y mucho menos recuerdos. 
Después de todo, mi inconformidad, las preguntas y el ansia serán borradas por la monotonía hasta llegar a confundirse con engañosa apacibilidad. ¿Para qué reabrir heridas? Será mejor olvidar. 

Me he hecho cómplice de un mutismo reprochable, y la causa de una esperanza perdida ha regresado para recordármelo. No debo seguir así o pronto estallaré. He agotado mi límite. 

¿Reinventarme? […] Tal vez sólo necesito un respiro, un café y un cigarrillo para recomenzar a esbozarme inspirada, con una nueva motivación que no base mi valor en un amor fallido, o alguna causa perdida. 

Puedo ser yo sin estropearlo. Quiero ser yo sin sentirme culpable por ello.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tercer día.

Qué hay de esa suave colina que me vio nacer al alba. Dónde quedaron los grandes campos que nunca pude atravesar y dónde las siembras en las que vi nacer mi semilla… Devuélveme un poco de ese dulce rocío, de ese rayito de luz que contrastaba las siluetas hacia el dorado atardecer y se llevaba todas las palabras que había podido aprender. Siempre dejándome indefenso, sin articular,  sin habla y sin ganas. No he vuelto a mirar de esa forma, desde aquella vez que me arrancaste una mirada que fue para siempre. Y así eras tú: para siempre.  En mis líneas y entre mis pestañas, enredada en una promesa infinita. Mi promesa de un renacer que vio mis primeros pasos, a  punto de atreverme a correr. Pero quitaste tus manos para llevarlas hacia otro sitio y no volver la cara atrás. Nunca supe qué pensar, sólo podía atisbar que estaba lejos de toda realidad. No me cansaba de frotarme los ojos, obligándome a despertar, pero  la lluvia vino a desvencijar los recovecos que se aferrab

Infinitas disculpas

Perdón si te amé más de lo que tú me quisiste, perdona mi ingenuidad al creer en tus promesas, mi debilidad ante la certeza de tu desencanto, y mis besos ante tu ausencia. Perdón por haberte regalado mi alma, y no sólo mi cuerpo, como debí hacer, pero soy una mujer entera, soy cuerpo y  soy alma, y soy todo este amor que nunca te creíste. Perdón si me aferré a una verdad  en este mundo de mentiras, excusa a este ser entregado, infinito, rendido ante tus canciones de amor caduco. Perdón si no te creo que seas el mismo, pero no puedo aceptar que me enamoré de éste, sino de aquél,  el que fue y ya no es, porque este nuevo sólo tú sabes quién es.   Infinitas disculpas por estos versos  que ignorarás,  tú ve y sigue siendo este nuevo,  que yo me quedo con aquél viejo sueño,  porque nunca fuiste nada más. 

Un placer conocerte...

Eso no está bien. Debes andarte con cuidado. ¿Pero que no te has dado cuenta de que…? Seguramente ni siquiera sabes lo que quieres. No sabes lo que dices. ¿Qué pregunta es esa? ¡Qué cosas dices! …. Sé que no me entiendes, y que no deseas hacerlo. Sé que el diálogo más extenso entre nosotras es un cuestionario matutino bastante protocolario, tal vez un "Buenos días" Y un "Cómo amaneciste". Aunque no me agrade la idea, así han sido las cosas. Cada vez que te diriges a mí lo haces para escupir reproches, alertas, reprimendas o consejos pero, al final, lo único que escucho es un ¡tú no sabes, yo sí! A veces sólo callo, porque intentar decir algo cuando una multitud enardecida grita resulta ser un patético esfuerzo que deviene en una frustración mayor. Sobra decir que eres tú esa multitud que se abalanza contra mí, esa masa amorfa que se dirige hacia donde estoy para inmovilizarme. Siempre estás ahí para interrumpirme, para decirme: ¡detente, no sab